Durante este puente estuvimos de tour por un par de ciudades que nada tienen que ver una con la otra. La primera parada que hicimos fue en Oporto, ya que no conocíamos la ciudad más que de paso y teníamos ganas de visitar las bodegas de Gaia. Por ello, en cuanto llegamos, fuimos directamente a la otra orilla del Duero y conocimos una de las bodegas que ya os contaremos en otra entrada.
Ya se acercaba la hora de comer y paseando, paseando encontramos este restaurante. Lo que primero que nos llamó la atención fue la estética del local, con una línea bastante moderna en comparación con las casas de comida que hay en la orilla. Había cola en la entrada para acceder al comedor, pero al ser sólo dos personas nosotros entramos directamente.
Como os podéis imaginar el menú se basaba precisamente en distintas preparaciones de bacalao. De todas formas en cuanto nos sentamos nos sirvieron el aperitivo típico portugués de las aceitunas aliñadas, que en esta ocasión nos parecieron buenísimas con un toque de ajo y perejil. Pedimos además un entrante que venía siendo un combinado de un tipo de chorizo, jamón y queso, pero que por error no nos sirvieron. Luego lo más complicado, la elección del plato principal. Había siete u ocho opciones entre las que recuerdo bacalao cremoso ( con o sin gambas ), a la brasa, al estilo de Braga, gratinado con costra de pan... Tras mucho pensar yo me decidí por el Bacalhau Cremoso con Camaraos y Toni por el Bacalhau Grelhado con Camaraos. A mi me sirvieron una fuente que llevaba el bacalao, patatas, cebolla y una ligera bechamel con gratinado de queso por encima que lo hacían un plato exquisito, y aunque parezca lo contrario no cansaba en absoluto. El otro plato se trataba de un buen lomo de bacalao servido con tres langostinos de buenas dimensiones y patatas asadas con su piel. El punto del bacalao a la plancha era excepcional.
Como vino nos decidimos por un Douro, Vila Régia, que nos sorprendió por su frutalidad, y toque dulce y suave que nos gustó y sorprendió a la vez.
Aunque estábamos bastante llenos no pudimos vencer la tentación de pedir un postre para compartir, y nos decidimos por unos profiteroles de nata, que aunque fueron totamente definitivos estaban muy buenos.
La cuenta final ascendió a 40€, evidentemente sin el entrante que no llegaron a servir, pero me parece un restaurante que ofrece una relación calidad-precio excepcional. Realmente nos acordaremos de él cuando volvamos por esta zona. Imprescindible para quien quiera probar el bacalao en distintas preparaciones.
PUBLICADO POR ESTHER
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